JOHN HOLLOWAY – CURSO LA TORMENTA (2020)
Hay, tal vez, tres líneas que nos ayudan a pensar la emergencia actual en el contexto de la tormenta. En las discusiones oficiales no se conecta la pandemia con el capital: se tiende a presentarla como un “acto de fuerza mayor”, como una amenaza que viene de afuera. Las críticas, por su parte, enfatizan la continuidad entre la pandemia y el desarrollo del capital.
Las tres líneas críticas más relevantes me parecen:
Destrucción de la naturaleza
Intensificación de la vigilancia estatal
Ficcionalización del capital
Destrucción de la naturaleza
El coronavirus no surge de la nada. Surge más bien de la destrucción de la relación entre humanos y otras formas de vida. La urbanización, la industrialización del campo, el cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento del agua: todos estos cambios tienen un efecto profundo en los hábitats y las condiciones de vida de los animales silvestres. Esto facilita la transmisión de virus de esos animales a los humanos (y al revés). Si la destrucción capitalista sigue, es muy posible que el coronavirus esté anunciando una época de pandemias con consecuencias impredecibles. Como dice Antonio Tenorio, un experto en virus: “La aparición de infecciones va en aumento y su contagio es cada vez más rápido. Las razones están asociadas al desarrollo de una economía de sobreexplotación de recursos. Algunos ejemplos que lo explican sería la propia deforestación y el cambio climático que hace que los animales silvestres se acerquen a las poblaciones. También la manipulación de animales silvestres para comerlos, o extraer sus cuernos, etcétera. El hacinamiento de animales en las granjas―gripe aviar, peste porcina…―el caso de las vacas locas por haberles dado restos de vacas muertas como alimento…”
Según dice Michael Roberts: “A principios de 2018, durante una reunión en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, un grupo de expertos (el Plan de I + D ) acuñó el término «Enfermedad X»: predijeron que la próxima pandemia sería causada por un nuevo patógeno desconocido que no había entrado todavía en la población humana. La enfermedad X probablemente resultaría de un virus originado en animales y surgiría en algún lugar del planeta donde el desarrollo económico pone en contacto a personas y vida silvestre. Más recientemente, en septiembre pasado, la ONU publicó un informe advirtiendo que existe una «amenaza muy real» de una pandemia que arrase el planeta y mate hasta 80 millones de personas. Un patógeno mortal, propagado por el aire en todo el mundo, según el informe, podría acabar con casi el 5 por ciento de la economía mundial.” (Michael Roberts, 6 de abril 2020).
Intensificación de la vigilancia estatal
En casi todos los países, la regulación estatal de los movimientos de los habitantes de sus territorios ha llegado a extremos inimaginables hace tres meses. Aunque hay diferencias significativas entre los diferentes Estados, la tendencia es común a todos. Aquí también hay líneas de continuidad con el desarrollo mundial en años recientes, sobre todo en el contexto de la llamada guerra contra el terrorismo, como lo ha indicado Agamben. El control está acompañado por un fortalecimiento de poderes policiacos y militares y también por una aplicación sin precedente de software de vigilancia (ver Harari). Se puede ver como una normalización del Estado de excepción.
Ficcionalización del capital
Lo que más nos interesa en el contexto del curso es la línea de continuidad con el carácter ficticio de la acumulación del capital.
Uno. El argumento desarrollado hasta aquí entiende la situación actual del capitalismo como un impasse entre capital y humanidad. Este impasse se expresa en el carácter cada vez más ficticio de la acumulación capitalista. La mayoría de los análisis del llamado neoliberalismo lo ven más bien como triunfo del capital. La idea de un impasse enfatiza nuestra fuerza, a pesar de las apariencias, mientras que la idea del neoliberalismo tiende a presentarnos como víctimas.
Dos. El argumento del impasse se basa en el hecho de que, en los últimos cuarenta años, la reproducción capitalista está basada en la expansión constante de la deuda al nivel mundial. La acumulación aparente del capital tiene como base no solamente la producción de plusvalía sino, cada vez más, la anticipación de una plusvalía futura. Cada vez más, la reproducción del capital (y con eso la reproducción social en una sociedad capitalista) está basada en la apuesta de que el capital logrará cumplir mañana la explotación que no ha logrado cumplir hoy. (Ver el artículo de Plender para cifras recientes sobre la expansión mundial de la deuda). Esta crisis financiera tiene como base una crisis del trabajo, es decir de la abstracción y explotación de la actividad humana. En el centro del capitalismo actual está la insubordinación o no subordinación: la acumulación exige una subordinación cada vez mayor de la actividad humana al trabajo abstracto, pero el capital no la logra imponer. Nosotra/os no queremos y/o no somos capaces de subordinar nuestra actividad suficientemente a la lógica del capital. Esta falta de subordinación no depende de la organización consciente, aunque sí la organización puede jugar un papel importante. Las expectativas que tenemos de la vida (lo que Marx llama el elemento moral del salario, lo que también se podría entender como civilización) también juegan un papel.
Tres. Este impasse entre capital y humanos constituye un bloque al proceso de crisis que es característico de la acumulación del capital. El desarrollo capitalista conduce a una caída periódica de la tasa de ganancia. Para reponerse requiere una reestructuración (lo que Schumpeter llama una destrucción creativa). Pero esta reestructuración no es automática: significa una lucha fuerte para reordenar no solamente el proceso de producción sino el conjunto de las relaciones sociales.
Cuatro. La dificultad para el capital de lograr su reestructuración se hizo evidente después de la revolución rusa y la ola de luchas obreras en los años 20. Después del crac financiero de 1929 y la depresión económica que lo siguió, muchos Estados (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, México entre muchos otros) asumieron un papel más activo en la reestructuración, postergando y administrando el proceso. Elemento central en eso fue el debilitamiento de la disciplina monetaria a través del abandono del patrón oro. La teoría que justificó esta nueva forma de intervención estatal fue la keynesiana. Sin embargo, la reestructuración que creó la base para la acumulación rápida en los años 50 y principios de los 60 no fue producto de las políticas del New Deal sino de la segunda guerra mundial con su destrucción enorme del capital, la matanza de unos 70 millones de personas y la imposición a través del fascismo y de la militarización de una nueva disciplina de trabajo. El impasse de los años 30, lo que Paul Mattick veía como “crisis permanente”, fue resuelto por la guerra. Como dice Mattick: “La muerte, el más grande de todos los keynesianos, ahora dominó el mundo una vez más”. (1978, 142)].
Cinco. Cuando surgió otra vez una crisis mundial del capital a mediados de los años 70, después de años de lucha en muchas partes del mundo (Vietnam, contra la guerra en Vietnam, luchas estudiantiles y obreras, el movimiento feminista, etc.), no se dio la misma resolución brutal de la crisis. Más bien hubo una lucha prolongada involucrando otro aflojamiento de la disciplina del dinero con el abandono del sistema de Bretton Woods en 1971, la imposición de un régimen de restricción monetaria en 1979 (el Volcker shock, el monetarismo) que duró como dos años y luego una expansión enorme y prolongada del crédito. Esta política fue acompañada por una reorganización del trabajo y el debilitamiento de los sindicatos, pero significó el establecimiento de la acumulación sobre una base cada vez más ficticia y la postergación o prolongación de la crisis.
Seis. Esta situación de impasse tiene consecuencias importantes para la acumulación del capital. El capital sufre ganancias bajas, crecimiento lento, alta volatilidad. El hecho de que la adquisición de ganancias está cada vez más alejada de la producción de plusvalía quita toda apariencia de sentido o de justificación moral al sistema, y prolifera la corrupción y la violencia. La búsqueda frenética de la ganancia aumenta la velocidad de la destrucción del ambiente natural, acelera el calentamiento global, promueve las condiciones para el brote de pandemias. También conduce a la destrucción de todo lo que no sirve a la adquisición de ganancias: los servicios de salud, por ejemplo.
Siete. La existencia de una situación de impasse no significa que la resolución de tal impasse sea imposible. Tenemos la segunda guerra mundial como ejemplo.
Ocho. La crisis financiera de 2008 no resolvió el impasse. Llevó a la imposición de políticas de austeridad en todo el mundo, afectó mucho las condiciones y oportunidades de vida de mucha gente, sobre todo jóvenes, pero las intervenciones estatales (el gasto de alrededor de 20 billones de dólares para apoyar a los bancos y restaurar la acumulación) permitieron evitar una reestructuración radical del capital. Otra vez, la reestructuración del capital fue postergada y prolongada. A través de las políticas de aflojamiento monetario (quantitative easing, QE), se buscó evitar la confrontación total que una reestructuración radical hubiera significado.
Nueve. Detrás de las intervenciones estatales (como en cualquier crisis mayor) hubo un debate, y detrás del debate hubo un miedo profundo. Un debate entre halcones y palomas, entre los que apoyan una reestructuración, sean las que sean sus consecuencias sociales y los que dicen que una reestructuración sin amortiguamiento estatal llevaría a un caos social y podría incluso amenazar la reproducción del sistema.
Diez. La crisis-y-reestructuración del capital quedó pendiente. Muchos comentaristas argumentaban que no se podía evitar por mucho tiempo, que un colapso financiero era muy probable en estos años.