CORONACRISIS III (b)
John Holloway
Coronacrisis. ¿Cómo entenderla? ¿Cómo entender la crisis en el contexto que hemos estado desarrollando, es decir desde la perspectiva del carácter cada vez más ficticio de la acumulación capitalista? ¿Cómo entender las posibilidades políticas de la situación actual?
Curso La Tormenta 2020 / CORONACRISIS III
NARRATIVA DE LA SESION 10
1 – Empezamos con la misma pregunta. ¿Qué hay en la situación actual que nos abra perspectivas hacia otro mundo? En esta situación tan difícil y peligrosa, ¿existen elementos que nos permitan pensar que la crisis podría ser portal hacia un mundo no capitalista?
2 – El argumento hasta aquí:
a) Ha habido una expansión enorme del capital ficticio en años recientes.
b) Esta expansión expresa una incapacidad de parte del capital de dominarnos adecuadamente para producir una plusvalía que sustente sus ganancias.
c) Esta incapacidad es expresión de un impasse social. (Impasse: situación en la que se encuentra un asunto o problema que no progresa o al que no se le encuentra solución, según el diccionario). El capital nos tiene que romper y no puede; nosotros tenemos que romper el capital y no podemos.
d) Este impasse social está constituido por nuestra fuerza para resistir ataques constantes.
3 – Por lo tanto: esta fuerza tiene que ser el punto de partida para pensar en salidas posibles.
4 – ¿En qué consiste nuestra fuerza? Se puede abordar de manera negativa o positiva. Vamos a explorar las dos posibilidades.
5 – Vemos el reflejo de nuestra fuerza más fácilmente que la fuerza misma.
No está garantizado que estas medidas tomadas por los Estados para asegurar el orden social y evitar el caos tengan éxito”
a) Se ve reflejada en la expansión constante de la deuda que constituye una postergación del enfrentamiento que implica una crisis-y-restructuración.
b) Se ve reflejada en el pánico que expresan los líderes capitalistas en momentos de crisis, sobre todo en 2008 y ahora. La expresión más común es el miedo al “caos”.
c) Se ve reflejada en las medidas tomadas por los Estados que van actualmente mucho más allá de cualquier intervención estatal en tiempos de paz. El objetivo de estas medidas es apuntalar una estructura social amenazada. Puede ser que los ricos sean los beneficiarios principales de estas medidas, pero me parece equivocado analizarlas como medidas que benefician sólo al 1%, al costo del otro 99% de la población (como, por ejemplo, en el artículo muy útil de Toussaint sobre las conflagraciones financieras). Sucede, más bien, que el Estado tiene que asegurar el orden social y este se entiende como la reproducción social mercantilizada o capitalista. Esta reproducción depende del mantenimiento del dinero como fuerza totalizante, es decir del sistema financiero mundial, y del empleo, que depende, por supuesto, de las ganancias de los capitales. Por eso las intervenciones en general no están orientadas a ayudar directamente a la gente (dando, por ejemplo, a todos los habitantes del territorio estatal una beca de un millón de pesos para gastar como quieran), sino que toman la forma de créditos para apoyar-y-endeudar a bancos, empresas grandes y, en menor medida, a empresas medianas y pequeñas. No está claro qué tan efectivo vaya a ser este apuntalamiento, sobre todo por el alto grado de endeudamiento que ya existe. Para asegurar el orden social estas medidas están complementadas por la extensión del Estado de excepción. No está garantizado que estas medidas tomadas por los Estados para asegurar el orden social y evitar el caos tengan éxito.
6 – ¿Cómo abordar más directamente nuestra fuerza que impone el impasse al capital, que constituye un obstáculo a la realización de la acumulación no ficticia?
a) Se trata de un impedimento en el proceso de trabajo. No estamos produciendo valor suficiente, es decir que nuestra actividad, por alienada que se sienta, no constituye un trabajo abstracto. No estamos respondiendo a las exigencias del capital. ¿Por qué? Puede ser por nuestra resistencia consciente, nuestra organización sindical, nuestra oposición a las medidas de eficiencia que los capitales quieren introducir, nuestro sabotaje del proceso de trabajo, nuestras enfermedades cuando no tenemos ganas de ir a trabajar. Con estos últimos ejemplos la línea se borra entre resistencia consciente e inconsciente: también puede ser porque damos prioridad a los cumpleaños de nuestros hija/os sobre la rutina del trabajo, que disfrutar al pleno el fin de semana sea más importante que funcionar bien el lunes en la mañana. También puede ser nuestra incapacidad para lograr más: nuestra falta de habilidades computacionales, nuestra ignorancia del inglés, nuestra falta de energía. Claro que la ciencia de la administración de empresas ha desarrollado muchas técnicas para manejar estas debilidades humanas, pero el hecho es que la productividad de los trabajadores está estancada en los últimos años.
b) Se trata también de una fuerza en el ambiente social más allá del lugar de trabajo formal. Todo el tiempo exigimos parte de la riqueza que estamos creando, no solamente a través del salario sino también en la forma de servicios de salud, educación, alumbramiento de las calles. Los servicios siempre son inadecuados, pero aun así nuestras expectativas van creando un nivel de gasto improductivo de la plusvalía social y un obstáculo a la rentabilidad del capital. En la crisis actual se ha hecho evidente la insuficiencia de los servicios públicos de salud, pero aun así su conservación ha sido resultado de muchas luchas a través de los años. En este caso, como en el primero, hay una continuidad entre luchas abiertas, manifestaciones, huelgas y la fuerza de las expectativas cotidianas.
c) Todos estos elementos de resistencia/ expectativa van creando un sentido común, o tal vez una sensibilidad compartida, una idea de lo que es aceptable o no dentro del equilibrio de las fuerzas sociales. Marx habla del elemento moral que contiene el valor de la fuerza de trabajo: el salario está determinado no solamente por los requerimientos físicos de la reproducción sino también por lo que se considera necesario para la reproducción social en cierto momento y cierto lugar: hoy incluiría, por ejemplo, la capacidad de comprar un teléfono celular, un televisor y, en algunos lugares, un automóvil.[i] Este elemento moral se establece a través de las luchas sociales conscientes e inconscientes. El acceso gratuito a la educación y servicios de salud en muchos países se puede ver como elemento moral no del salario sino del gasto estatal de la plusvalía, que afecta por lo tanto los niveles de rentabilidad del capital.
Edith sugiere que este elemento moral de nuestra fuerza se puede entender como dignidad. Estaríamos hablando entonces de una constitución histórica de la dignidad, de lo que consideramos necesario para una vida digna. La dignidad es la lucha cotidiana, muchas veces silenciosa, para ir determinando nuestras vidas (nuestra vida colectiva) y construyéndolas sobre una base material aceptable. La dignidad es el centro de la fuerza que impone un impasse a la lógica frenéticamente destructiva del capital.
Hay una relación de continuidad/ discontinuidad con la dignidad que está ahí todo el tiempo. La indignación es un grito de dignidad lastimada. Es importante porque rompe la continuidad y la homogeneidad del tiempo”
e) Por eso nuestra fuerza se impone también a través de explosiones de indignación. Lo que enfrenta el capital cuando ataca el equilibrio establecido, cuando trata de romper el impasse social, es nuestra indignación. Las explosiones de indignación son un ¡Ya basta!, un ¡Hasta aquí!, que efectivamente juegan un papel importante para imponer límites a la agresión capitalista.
Hay una relación de continuidad/ discontinuidad con la dignidad que está ahí todo el tiempo. La indignación es un grito de dignidad lastimada. Es importante porque rompe la continuidad y la homogeneidad del tiempo. Es una ruptura, un “de aquí en adelante, las cosas van a ser diferentes, ya no vamos a aceptar”. Se jala el freno de emergencia. Se intenta empezar desde un año cero. Esto es importante en la situación actual, porque si el coronavirus no es un ¡ya basta! humano (tal vez sí, de parte de la naturaleza lastimada), sí jala el freno del tren de la destrucción y el futuro depende de nuestra capacidad de convertirlo en un año cero, o un reset como decía Claudio Lomnitz en La Jornada.
Ya se ha dicho en el seminario que las explosiones de indignación no necesariamente apuntan hacia la creación de una sociedad emancipada. También pueden ser autoritarias, nacionalistas, incluso fascistas. Panos dice que es importante resaltar la dialéctica entre la utopía y la distopía que hay en estas explosiones de indignación, como dos polos de la misma relación. A mí me parece que la frase usada por Sergio Tischler en su artículo sobre el 9/11 y las torres gemelas (publicado en Bajo el Volcán), que los ataques tenían un “núcleo utópico”, sigue siendo importante. Es la cuestión del caos o kaos y cómo entenderlos.
En los últimos días hemos visto explosiones de frustración/ indignación en Estados Unidos, Francia, Sudáfrica (y seguro que muchos otros lugares), con orientaciones distintas. Me imagino que se van a multiplicar en las semanas y los meses que vienen y será importante tratar de analizarlas.
f) Elemento crucial del impasse es el hecho de que el capital depende de nosotra/os. Sin nosotra/os no se produce valor, ni capital. Esta relación de dependencia juega un papel importante en la definición de los límites del capital. Pero probablemente no depende de toda/os nosotra/os. El capitalismo tal vez podría eliminar mil millones de personas sin causarse mayores problemas. Esto tiene que ver con el punto 5(c), y la estructura de los apoyos estatales en la emergencia actual: están diseñados para apuntalar la estructura actual de acumulación. La gente que no cabe dentro de esta estructura queda básicamente a merced del virus, o apoyados por formas de solidaridad no estatal.
g) Nuestra fuerza está constituida también por nuestra construcción de formas de reproducción alternativas a la capitalista. Estas pueden ser entramados tradicionales comunitarios o formas de apoyo mutuo no mercantiles creadas en la ciudad o el campo (ver, por ejemplo, el artículo circulado por Luis). Se pueden ver como grietas en el tejido de relaciones sociales capitalistas o como apropiaciones y construcciones de lo común, o como comunizares. En la situación actual se ha mencionado muchos casos de comunidades que están asumiendo su propia organización de auto cuidado (como se expresa en el artículo de Raúl Zibechi sobre la/os kurda/os en La Jornada del viernes). Por todos lados hay muchas prefiguraciones o anticipaciones de otro mundo.
h) Pero no es suficiente. Como dice Raquel Gutiérrez, los movimientos más fuertes han construido un poder de veto, para parar la privatización del agua en Cochabamba (Bolivia) o para detener la construcción de minas o presas en muchos lugares. Pero el ataque continúa: si no se abre una mina en un lugar, se abre en otro. El virus ha mostrado la urgencia de parar el tren de la destrucción, y no estamos ahí todavía.
Es el capitalismo el que está destruyendo la vida y necesitamos una revolución: obvio. La pregunta es cómo”
7 – El argumento tradicional es que necesitamos una revolución y hay que construir el partido. Para nosotros el argumento es: necesitamos una revolución. No tenemos y no queremos un partido. Tenemos que pensar las posibilidades a partir de la fuerza que ya tenemos y tratar de entender sus elementos diferentes y a veces contradictorios. Tal vez existe una especie de una dialéctica entre la dependencia del capital de su capacidad de romper nuestra dignidad, su incapacidad de hacerlo, nuestra indignación y la construcción de comunizares. Y claro, como dice el subcomandante insurgente Moisés, “organícense, organícense, organícense”.
John Holloway, 30 de abril de 2020
Nota:
[i] Dice Marx que “Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del valor de la fuerza de laboral encierra un elemento histórico y moral.” (Siglo XXI, 208). Justo antes, explica: “hasta el volumen de las necesidades imprescindibles, así como la índole de su satisfacción, es un producto histórico y depende por tanto en gran parte del nivel cultural de un país, y esencialmente, entre otras cosas, también de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres, y por tanto de sus hábitos y aspiraciones vitales.”